No sé si os habéis fijado en las caras de la gente, cuando van caminando por la calle. Salvo algunos adolescentes y los niños, el resto de la gente van serios, tristes o con cara de preocupación.
Habitualmente, aprovechamos esos momentos de soledad para pensar en nuestras cosas y priorizar la resolución de problemas. La verdad es que no solemos ir pensando en cosas divertidas o placenteras, y eso se nota en el rictus.
Este hecho te hace pensar si, realmente, somos felices. Si ves a alguien que le acaban de dar una buena noticia y va pensando en ello, su cara es completamente distinta. Se ve en la media sonrisa, en el brillo de los ojos, ojos que miran a la gente, como buscando a alguien conocido con quien compartir su alegría. Y es que la alegría es más fácil de compartir que los problemas. Pero las alegrías suelen ser pocas, y los problemas muchos. Y las caras lo reflejan…tantas caras lo reflejan.
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