Todo ser humano tiene un lado oscuro. A veces se alimenta de la sensación de poder, de sentirte dominante, de hacer con otra persona lo que quieras y sin oposición. Y si hay un grupo de gente que te anima, que disfrutan de ver una humillación en vivo y que la apoyan; esa sensación de poder y de impunidad puede ser hasta adictiva.
Es lo mismo que ocurre en las guerras. Cuando las normas de convivencia se rompen y la ley no vigila, los más bajos instintos surgen y convierten a personas, que eran normales, en asesinos, torturadores y violadores. La frontera entre el bien y del mal desparece y surgen verdaderos monstruos.
Siempre habrá acosadores y acosados. La única forma de acabar con esta lacra es poniéndoselo difícil al acosador. Si alguien te acosa, tienes que defenderte y plantar cara, aunque luego te peguen. Te van a pegar igual, pero ya no les será tan fácil. También hay que denunciarlo, que sientan no solo el peso de la ley, también el peso del rechazo social por tener conductas impropias. No serás un chivato, como ellos te dirán, serás un héroe, porque afrontarás tu miedo y porque así evitarás que otros pasen por el mismo infierno que tú estás pasando.
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