martes, 10 de enero de 2017

EL OCASO DEL SINDICALISMO


Hoy voy a confesar que no soy muy amigo de los sindicatos. Entiendo que realizan una labor imprescindible y necesaria como es la defensa de los derechos de los trabajadores, pero la forma en que lo hacen es la que me chirria.

Parece que para poder ser sindicalista debes de ser agresivo e imperativo en tus formas. Debes de representar una posición de fuerza y, a veces, esta imagen está reñida con el diálogo. Si no, que alguien me diga si los piquetes informativos en las huelgas les parecen dialogantes.

Además muchos de ellos se han aprovechado de los beneficios que el estado les ha concedido para desatender su puesto de trabajo, provocando que sus compañeros tengan que asumir más carga laboral.

Por otro lado, ha habido momentos en que se han instrumentalizado y convertido en representantes de partidos políticos, alejándose de una imparcialidad política que deberían representar.

Como representantes de los trabajadores deberían simbolizar la justicia social, la honestidad y, como no, el trabajo. Muchos de sus representantes no llegan a representar ninguna de las tres, formando parte de consejos de administración, sin dar un palo al agua y cobrando ingentes cantidades de dinero.

Hay que defender a quien lo necesita, velar por el cumplimiento de la ley y de los convenios vigentes y perseguir a los empresarios que abusen de su posición. Pero sobre todo, al igual que se está pidiendo en la política, hay que echar a todos aquellos que se han aprovechado de su posición privilegiada en el sindicato para medrar, pagar favores políticos, y aprovecharse de las ventajas laborales que dan la acción sindical.

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