Muchas veces he oído por ahí que el cerebro es un “músculo” y que, como todos los músculos, hay que ejercitarlo. Pues parece que la tendencia es a todo lo contrario.
La tecnología está sustituyendo nuestra memoria a pasos agigantados. Ya nadie memoriza los teléfonos, ni las rutas en coche, ni los cumpleaños, ni eventos o citas. Todo está en nuestro Smartphone y nuestro nivel de dependencia en relación a la tecnología ha subido exponencialmente.
Está claro que la tecnología evolucionará al hombre del S.XXII. ¿Hacía que?, pues no lo sé. Pero sé que nuestra capacidad cognitiva será distinta. Nuestra memoria es algo que acabaremos “subcontratando”, que vamos subrogando a nuestro móvil, confiándole todos nuestros recuerdos. El registra cada paso que damos, con quien hablamos, nuestros gustos, nuestras fotos…ya nos conoce mejor que nosotros mismos.
Pero no solo influirá en nuestra memoria. Ya está influyendo en nuestra forma de comunicarnos. Casi preferimos chatear a hablar. Si no, fijaros en cualquier reunión de amigos. Están más pendientes del móvil que de la gente que les acompaña.
También modificará nuestros sentidos. El mirar constantemente a una pantalla, daña a nuestra vista. Nosotros somos una generación que crecimos sin estar desde pequeños pegados a una pantalla, pero nuestros hijos sí. Tengo seguro que esto tendrá consecuencias en su visión.
Y qué decir del sedentarismo. De ser un país donde los niños jugábamos en la calle y disfrutábamos del sol, del aire y de la amistad; a tener a los niños todo el día metidos en casa con el móvil, el ordenador o la tablet.
En definitiva, la tecnología evoluciona para servir de ayuda al ser humano, pero cuando esa ayuda se convierte en necesidad y la necesidad en dependencia, acabamos siendo esclavos de ella. Y ese parece ser el futuro de la humanidad: ser esclavos y marionetas de aquellos que dominan la tecnología, de aquellos que son dueños de la información y que serán dueños de nuestras vidas.
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