viernes, 10 de febrero de 2017

RENTA MÍNIMA PARA TODOS


A quien no le gustaría que todo el mundo tuviera trabajo y que nadie pasara hambre, ni penalidades. Si el mundo fuera perfecto, la renta mínima de inserción sería estupenda, porque en una sociedad moderna, en un primer mundo, nadie debería tener que pasar hambre.

Pero esto no es un mundo perfecto. Y en este país siempre se ha admirado y alentado al pillo. Subvencionar la pobreza jamás conseguirá acabar con ella. La convierte en un mal crónico.

Son las subvenciones las que han convertido a Andalucía en una de las regiones más pobres y con los niveles educativos más bajos de toda Europa. Si se miran las dotaciones presupuestarias por comunidades autónomas, es de las que más inversiones reciben. Sin embargo, ni producen beneficio, ni mejora sustancialmente la condición de la región.

¿Por qué? Porque vivimos en mundo en el existe una total falta de motivación. Porque casi todo el mundo tenemos trabajos que no nos gustan y la única motivación que tenemos es el dinero. Si somos capaces de conseguir dinero, aunque sea poco, sin trabajar, no trabajaremos. Si ofrecemos a la gente una renta mínima que, en muchos casos, será igual o parecida a la cantidad que reciben trabajando, ¿para qué van a trabajar?

Esta medida, ¿solucionará el problema del paro? No. ¿Nos hará crecer como sociedad? No. ¿Mejorará los ingresos presupuestarios? Obviamente hará lo contrario. Y crearemos un problema que será crónico, porque la gente que cobre la renta seguirá votando al mismo partido, para no perderla y esto daña la democracia. Porque desaparece la alternancia política y esto genera corrupción y clientelismo. Si no, que se lo pregunten a los andaluces.

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