Hay un cierto paralelismo entre la ruptura de Gran Bretaña con Europa y la de Cataluña con España. Por lo menos, en el tiempo. Según los movimientos de ambos gobiernos, se producirá a corto plazo.
Tanto para España, como para Europa, la desconexión de una parte de su territorio puede atraer a otras partes a realizar el mismo proceso. Por eso es importante, para España y para la UE, que ambas sean un fracaso.
Si Cataluña lograra su independencia y fuera un éxito, después iría el País Vasco. Si España lograra retener a los territorios nacionalistas, probablemente sería a un precio que el resto de comunidades no podrían pagar. La igualdad y la solidaridad del estado se romperían.
Lo mismo pasará con Europa. Si el Brexit es bueno para Gran Bretaña, muchos países seguirán su estela. La UE se rompería y esto no sería bueno para nadie en Europa. Los países más pobres perderían los fondos de cohesión y los más ricos millones de potenciales clientes. Al final, eso es lo que es la Comunidad Económica Europea. Yo, país rico, fortalezco tu economía y establezco condiciones de libre mercado contigo, para que tus millones de habitantes me compren a mí. Si Europa se rompe, esos millones de clientes podrán comprar a China o a América, estableciendo condiciones ventajosas con esos mercados. Pero, dentro de Europa, el país pobre dejara de recibir ayudas y el país rico perderá sus clientes.
En cuanto a nuestra querida España, mis previsiones no son nada halagüeñas. La fractura social en Cataluña ya es un hecho y, en breve, el estado no tendrá más remedio que tomar las riendas del gobierno catalán y, me da a mí, que tendrá que ser por la fuerza. Estamos creando un caldo de cultivo que apesta a guerra civil. Lo más triste es que el problema de Cataluña no es identitario, ni de falta de libertad, ni de opresión. El problema de Cataluña es simplemente económico.
Al final acabaremos matándonos por dinero. Y lo más triste es que, de esto, todos saldremos siendo más pobres.
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