miércoles, 5 de abril de 2017

EDUCANDO PARA AFRONTAR LA VIDA


Por lo general, los padres somos bastante reticentes a que se produzcan cambios en los entornos en los que nuestros hijos se mueven. Es decir, no nos gusta que al cambiar de curso los cambien de clase o los mezclen, o que los cambien de grupo en el equipo de fútbol…Nos gusta que se muevan en un entorno seguro, conocido.

Si, además, el niño es tímido, este temor se multiplica. Nos adelantamos al sufrimiento que este cambio va a provocar a nuestro hijo. ¿Se adaptará? ¿Y si no encaja y se meten con él? ¿Le harán vacío y se quedará solo? Nuestra mente nos plantea los peores escenarios posibles y nosotros haremos todo lo posible para que estos cambios no se produzcan, para que nuestro hijo pueda continuar en su entorno seguro.

Pues hacemos muy mal.

Precisamente, si el niño tiene poco desarrolladas sus habilidades sociales, ponerle en situaciones en las que se vea abocado a integrarse en un grupo, le ayudará en el resto de su vida. La mayoría de las habilidades que adquirimos se basan en el ensayo-error. Cuanta más práctica tengamos, mayor será nuestra pericia.

Cuando intentamos evitar los cambios en su entorno, les perjudicamos. Ellos ya fueron los nuevos, cuando comenzaron una etapa escolar, o cuando comienzan una actividad extra escolar y, por lo general, suelen adaptarse bastante bien y, a la larga, estos cambios les enriquecen.

Los niños son más fuertes de lo que nosotros creemos. Si cuando son pequeños afrontan sus “pequeño retos”, cuando sean adultos tendrán las herramientas necesarias para enfrentarse a la vida con solvencia.

No podemos protegerles para siempre. Dejemos que aprendan a protegerse ellos mismos.

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